sábado, 6 de marzo de 2010

UNOS OJOS NEGROS


Una cafia plus, un sorbo de agua; una baya plus, otro sorbo de agua; la cafia es para no parecer dormido el resto del día, la baya es para el dolor de cuello que me esta matando, pues el mosh del recital de Obituary me dejo el cuello duro. Sorbo un poco más de agua, agarro la mochila y abro la puerta del departamento para salir, antes de irme, volteo y lo observo. El suelo está sucio, le hace falta una buena barrida y por las marcas en el mismo, también necesita de una buena trapeada, la mesa tiene manchas de diferentes colores y en ella hay unas cuantas botellas semivacías, un cenicero con unas pocas colillas de cigarrillos y envoltorios de snacks mal arrugados y vacios, la cama del comedor esta sin hacer y en las sillas hay mucha ropa que eh ido acumulando en el y transcurso de los días, al igual que en el horrible sillón que está al lado de la mesa; así se ve un departamento de soltero un domingo por lo mañana después de una buena juntada con amigos y una asquerosa borrachera, pero lo curioso es que es viernes y la única persona que ha estado en el mismo los últimos días, fui yo.

A pesar de ser alquilado y de haberme aburrido de él, es un buen departamento, he vivido los últimos 5 años en él y hemos tenido un buen trato; ambos soportamos cucarachas, hormigas, arañas, los arranques de Merlina y los pedos de Robert. La persiana del comedor está rota, el calefón se cae a pedazos y su mal funcionamiento hace que no ande la regadera de la bañadera, el cagadero tiene el botón de la cadena roto y se tira de la bolla directamente, para que este no pierda se lo sujeta con un palo que una vez fue un cepillo, el caño de la pileta de la cocina pierde y nunca llame a nadie para le dé una soldada y por ultimo tenemos las paredes que necesitan una buena lijada y dos manos de pintura; en fin, lo detesto, hay que arreglarlo, pero es un buen departamento.

Cierro la puerta, dos vueltas de llave, me dirijo al ascensor, bajo desde el sexto piso a planta baja; salgo a la calle, observo el sol sobre las paredes de enfrente, una ligera brisa matinal barre la calle, es un bello día, lástima que al mediodía la brisa desaparecerá y el calor será tan hartador que hará que me suden los huesos. Camino unos pocos pasos hacia la esquina y doblo por Bahía Blanca hasta avenida Rivadavia, es solo una cuadra, cruzo la avenida, pues en la vereda del frente tomo el colectivo que me deja a cuadra y media de la oficina en el trabajo, hay unas pocas persona en la parada, me reservo del sol, disfruto de la brisa que me acaricia la cara y el cuello; llega el colectivo, me subo, saco el boleto y observo la situación, todos los asientos ocupados y no más de cinco personas de pie, que bueno, por lo menos no viajare apretado y no me cagare de calor.

Lo mismo de siempre, viejas que miran con mala cara, rostros de hombres cansados, mujeres que no mienten ni una sonrisa y por ultimo yo, escuchando música desde el celular y aparcado al lado de un asiento, esperando que esa persona se baje, así puedo sentarme; lo mas razonable es ponerse atrás del todo, justo del lado derecho, junto a al asiento de la ventanilla y a los cinco asientos que están atrás del todo, de esa manera hay más probabilidades de conseguir un asiento.

En eso observo a una muchacha jovencita, de unos 20 o 21 años, esta parada cerca mío, lleva una especie de buzo de verano negro, con unos jeans gastados y una mochila tipo morral negra, es flaca, de piel blanca y pelo oscuro, tiene un rostro angelical, unos ojos negros que me muestran que ha sufrido mucho, pero todavía cree tiene esperanza, observo su nuca, ya que lleva el pelo recogido, pero lo tiro al costado de sus hombros, tiene una nuca hermosa, bien blanca y formada; siempre veo la nuca de las mujeres, para que una mujer me termine de gustar de enserio, tiene que tener una nuca que me llame la atención y que sea bella; ella no mira a nadie, solo espera. En eso se desocupa un asiento, uno de los del fondo, justo el que está al lado de la puerta de salida, pero no del lado de la ventanilla, me saco la mochila, me siento y pongo la misma a mis pies; la muchacha se pone en junto a los dos asientos que están al lado de la puerta, tengo un mejor panorama de ella, con una mano se sostiene del asiento y con la otra de la baranda junto a la salida; es en ese momento que veo algo que me llama la atención y que hace mi atracción a ella sea más fuerte; tiene cuatro cicatrices en sus muñecas, dos en cada una, son cicatrices de lado y no de largo, gruesas, blancas y profundas, no son producto de un cuchillo tramontina o de un vidrio afilado, fueron hechas con un bisturí o de un objeto cortante muy fuerte, son marcas de algo que fue hecho muy profundo y con intención, me generan morbo, me dan ganas de abrazarla, de besarla y luego preguntarle ¿Por qué? ¿Qué la llevo a llegar a una decisión tan drástica? Eso no fue una simple llamada de intención, eso fue sin pensar y con ganas de terminar su vida, eso fue hecho con dolor y con la idea de acabar con ese dolor. Finalmente los dos asientos junto a los que ella estaba parada se vacían y ella se sienta en uno de ellos, sin pensarlo y en parte porque en los asientos en los que estoy generan mucho calor por la gente y por el calor del motor que está debajo de ellos, voy y me siento junto a ella. Ella mira hacia fuera, pero siento que un momento se voltea para mirarme, yo no hago nada, pero luego me volteo y observo su rostro, es tal cual lo observaba mas de lejos, angelical y con su bellos ojos negros atrapantes; de manera disimulada sigo observando sus cicatrices y me sigo preguntando lo mismo; me dan ganas de preguntarle su nombre, pero por mi cobardía no me sale, en eso armo de la valentía para preguntárselo y me dice “Permiso”, le digo “Por favor, adelante”, me corro, para por delante mío y se dirige a la puerta, que ahora está a mis espaldas, me siento en el asiento junto a la ventana, me doy vuelta y la observo una vez más, ella también me mira y se queda así unos cinco segundos, luego se baja y yo jamás le pregunte el nombre; la veo irse caminando por la ventana con la vaga idea de algún día volver a cruzarla, pero sé que no será así, eso sucede en las novelas de la tarde y en las películas de amor pelotudas. Es así que la veo irse caminando por la calle Rosario, al frente del Parque Rivadavia.

El viaje continua, pero el sueño bondilero me abarca y me duermo, me despierto en Yrigoyen y Rojas, a una cuadra de Plaza Once y a media del departamento donde vive Gala; llegando a Av. Jujuy, justo en la esquina de esta ultima e Yrigoyen, veo a una chica sentada, agarrándose el estomago con los brazos y con los ojos llorosos; espero no la hayan asaltado y nada por el estilo, pero sale un hombre una mujer de un kiosco y le dan una botella de agua, parece que vomito o algo por estilo; sigo la marcha y pienso en los consejos que me dio Roma con respecto a mi atracción por Boobs.

Finalmente llego a mi parada de destino; bajo a la calle, como siempre observo al cielo, el día está despejado, la brisa ya no se siente y el calor ya empieza a sentirse; por suerte es viernes y a pesar de todo es una bella mañana, por gracia para mí no lo será.


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