domingo, 28 de marzo de 2010

LA EXCUSA PARA PASAR EL MOMENTO


Ahí estaba yo, parado del lado derecho, junto a los asientos del final del autobús, mi mano derecha estaba lastimada y llena de sangre, todo a mi alrededor estaba cubierto de cristales; el suelo, el regazo del viejo junto a mi y parte del asiento de adelante; tanto el viejo como el resto de la gente en el colectivo, me miraban sorprendidos y espantados.

Eran las 4:30 am, el despertador comenzó a sonar, por lo general suele sonar a las 6 am, pero ese día tenía que estar temprano en los tribunales de Inmigrantes, ya que debía de presentar una contestación de vista en la cual su plazo había vencido el día anterior, por lo tanto nos quedan las dos primeras horas del día después del último día, gracias a un régimen del sistema legal.

Me levante de la cama, vestía solo un bóxer, fui a la cocina y encendí el calefón, luego fui al cagadero, mee, cepille mis dientes, enjuague mi rostro todo cansado y puse a cargar la bañera, luego salí a la habitación; en el suelo había ropa por todos lados; remeras, pantalones, medias, zapatillas, ropa interior y un cenicero; en la cama, destapada y tan solo vestida con una tanga roja, estaba dormida Nancy; decidí recostarme junto a ella, detrás de su espalda, en forma cucharita, la abrace y ella acaricio mis brazos, su trasero blanco y carnoso se acomodo en mi bulto; comencé a besarle el cuello y acariciarle suavemente la panza, ella se tiro para adelante, aparto su oscura cabellera para así poder disfrutar de mis besos de mis labios, ella acariciaba mis piernas y apretaba con fuerza mi trasero; el chisme se poso con fuerza entres los cachetes de su culo; comencé a sujetarles los senos y a besarla en su cuello, su nuca y detrás de sus orejas; ella comenzó a gemir despacito y se volteo hacia mi; comenzó a besarme el cuello y luego siguió con mis pezones, hasta morderlos ligeramente, siguió bajando despacito por mi regordeta y peluda panza, llego al bóxer, lo quito en un segundo, sujeto el chisme con fuerza y empezó a sobarlo, el cual a este punto ya estaba bien erecto, lo hacía de manera lenta y daba a pequeños lengüetazos, en eso empezó a jugar con sus dientes y le daba pequeños mordiscones, hasta que en un momento lo sentí, sus dientes se clavaron en mi pene con fuerza; grite con ira y le di un golpe a mano abierta en el rostro que la tiro de la cama; se compuso, me miro de manera asquerosa y se monto encima mío, el golpe la había excitado aun mas; corrió la tanga e introdujo el chisme marcado por sus dientes en su coño humedecido; comenzó a montarlo con fuerza mientras rasguñaba con furia mi pecho y gemía con la boca cerrada, me compuse y quedamos los sentados, ella encima mío, me abrazo y me presiono con fuerza ante su pecho, comencé a besar su boca con gusto a cerveza rancia, el cual no me molestaba, mientras sujetaba con fuerza sus bellas nalgas, me montaba rápido y con fuerza, no le daba respiro al asunto, yo le seguía el ritmo y no paraba de besarle la boca y el cuello; ella se corrió al instante, grito y se le escaparon un par de lagrimas, conteniendo un poco el temblor y los espasmos de su cuerpo, para poder seguir con el asunto y así yo también lograba correrme, cosa que me llevo tan solo unos minutos más. Fue algo fugaz e intenso, pero ninguno de los dos buscábamos otra cosa que eso; nos quedamos abrazados, hasta que nos dimos cuenta que la bañadera estaba rebalsando.

Le hice a un lado suavemente y fui con ligereza al baño, a cerrar la canilla, mientras metía la mano en el agua caliente para quitar el tapón de la bañera, ella se levanto y se sentó en el bidet a enjuagarse; con el trapo seque un poco el piso y luego me dispuse a cargar un poco de agua fría, para que el enjuague no me quemara las tripas.

La bañera estaba preparada, me sumergí en ella, mientras Nancy ordenaba la ropa y preparaba el desayuno; lave mi cabello y limpie bien las partes de mi cuerpo, lo hice despacio en mi entrepierna, todavía me dolía por la mordida, luego lave mi cara con un jabón especial que controla la gratitud de mi rostro, fue un lavado ligero, salí de la bañera, me seque por completo, me peine con las manos el pelo, fui a la habitación y me puse un bóxer limpio; Nancy batía café desnuda, mientras se calentaba el agua, le dije que se fuera a cambiar mientras que yo terminaba de preparar el desayuno; dos tazas de café, un poco de leche tibia para suavizarlo al gusto, galletitas de agua con queso untable y mermelada de frutilla; deje todo en la mesa del comedor, fui al dormitorio, Nancy había levantado toda la ropa, estaba casi vestida, solo le faltaba arreglarse el pelo, maquillarse y calzarse las zapatillas, cogí un pantalón y me lo puse, le dije que fuéramos a desayunar y luego seguíamos con la vestimenta; desayunamos tranquilos y en silencio, ella me miraba y me sonreía mientras le deba pequeños sorbos a su café, yo tomaba su mano y le daba besos; terminamos de desayunar y lleve las cosas a la pileta, no tenía ganas de lavarlas, así que las deje ahí y luego las limpiaba a la noche, cuando regresase.

Eran las 6:30, Nancy estaba terminando de maquillarse, mientras yo terminaba de vestirme y de perfumarme, mientras pensaba “mierda; ya debería de estar arriba del colectivo para estar ni bien abren los tribunales”. Terminamos de vestirnos, recogimos nuestras cosas; Nancy una campera ligera de verano, una mochila negra y roja, una cartera de cuero negra y una bolsa de cartón, de esas que dan en las tiendas de ropa, en ella llevaba la ropa sucia que había usado, jamás entendí por que las mujeres cargan con tantas cosas, especialmente con una cartera y una mochila, no se por qué no usan una sola punto y punto; yo cogí la mochila cuasi camuflada, las cadenas con las llaves, me las enganche al pantalón y salimos. Por suerte el ascensor estaba en mi piso y no tuvimos que llamarlo, rara vez sucede, ya que siempre que salgo, está en la planta baja o directamente alguien está bajando en el. Ella arregló el cuello de mi chomba, mientras tanto yo acomodaba su corpiño y le daba pequeños besos en su rojiza boca.

Íbamos a la parada del 96, ella trabaja en un perfumería que queda a seis cuadras de sus casa, en el centro de San Justo, pero no entraba hasta las 10 de la mañana y eran las 6:50, por lo tanto tenía tiempo de sobra; mientras conversábamos.

- ¿Vas para tu casa ahora?

- Si, me daré un buen baño y me cambiare para ir a trabajar.

- Claro, no te bañaste – le dije, mientras recordaba su aliento a cerveza rancia y sentía el olor de su perfume dulce y barato.

- Me dejaste exhausta y toda sudada ayer a la noche; y lo de esta mañana, aunque corto, me dejo bastante relajada y cochina – me dijo mientras se mordía un labio.

- A mi también – le dije - ¿Cuándo nos vemos de nuevo?

- No se bombón, sabes que se me complica por el tema de mi pareja.

- Es cierto, lo había olvidado. Kiara; ella deja que estés andes con hombres, pero no deja que te involucres.

- Así es, aunque ella piensa que debes en cuando estoy con alguno diferente, solo me gusta hacerlo con vos.

- Seguro – mientras pensaba “Soy la excusa para pasar el momento, pero sé que no soy el único”.

- Seguro ¿Qué? – Arremetió con bronca – No se me haría fácil verme con varios tipos a la vez, como vos pensas.

- Esta bien, no me hagas caso, solo fue un decir.

- Eso espero. No me gusta que seas así. Amo a Kiara, pero necesito despejarme y de un pedazo de carne de vez en cuando y vos me das lo que necesito; con vos puedo conversar, reírme y joder como bestias, quedando satisfecha y relajada.

- Listo, ya está bien. Olvídalo.

Ya estábamos en la parada, revisó en su cartera para ver si tenía monedas, de hecho las tenia, me miro, me abrazo y beso mi boca; respondí de la misma manera. Me miro y me dijo:

- Deberías de buscarte una novia.

- Lo sé, pero es complicado.

- Vos la complicas, así como te di bola yo, te puede dar bola cualquier mina que te guste.

- Jajajajaja – me reí falsamente - Eres grandiosa dulce, realmente lo eres, pero no es tan fácil como vos decís.

- Deberías de ser más osado y arriesgado, en todo momento. – decía, mientras me miraba con cara seria y cuasi molesta.

- Gracias dulce. Ya llega tu bondi.

- Bueno bombón; gracias por todo, la pase súper bien. Nos hablamos. Te quiero.

- Gracias dulce; yo también. Cuídate.

Apenas estire la mano, el colectivo ya estaba al lado nuestro; ella subió, se dio vuelta y me tiro un beso, respondí con una sonrisa. Me di la vuelta, vi como el colectivo se alejaba, en el viajaba Nancy y su hermoso culo blanco, en el se alejaba una esperanza de compañía completa, en el se alejaba otra excusa; encendí un cigarrillo, camine hacia la esquina y cruce la calle, para tomar el 5 que me deja a media cuadra de los tribunales que están en Inmigrantes; saque las monedas del bolsillo, el colectivo no tardo en venir, lo aborde y observe la situación, estaba casi lleno, a simple vista parecía que no se podía pasar, dado que todo el mundo tiende a acomodarse en la parte delantera del colectivo, pensando que atrás puede pasar algo; pidiendo permiso llego hasta el al final, justo a los asientos del fondo, detrás de la puerta de bajada, varios se avisparon e hicieron lo mismo, siendo que aquí atrás había mas lugar.

A los 10 minutos el colectivo estaba repleto, era una mañana nublada y un tanto fresca, sin embargo anunciaban lluvia, había mucha presión el aire y la temperatura no era tan baja; la mayoría de la gente al pensar en su inconsciente que afuera está fresco, tiende a no abrir las ventanas, sin embargo cuando el colectivo esta colmado, la temperatura comienza a subir y la gentuza ni se mosquea; la cosa es que no se si era por la pesadez del ambiente, por estar amontonado con toda esa gente o por que había dormido tan solo 2 horas y mi cuerpo se sentía cansado, pero comenzó a bajarme la presión y a subirme la temperatura; le pedí permiso al viejecillo caraculo que estaba sentado en el asiento frente a mí, abrí una de las ventanas y a los pocos segundos el tipo la cerro; por lo tanto muy amablemente le dije:

- Disculpe don, pero estamos todos muy apretados y me bajo la presión. ¿Puede abrir un poco la ventana?

- Hace frio, querido – me dijo el viejo, de manera agresiva.

Eso me saco un poco de mis cabales, sin embargo me contuve.

- Mire buen hombre, en la Antártida hace frio, aquí tenemos 15 grados en la calle y aquí adentro somos como 60 personas todas amontonadas, eso hace que nuestra temperatura corporal ascienda y se exprese alrededor nuestro, por lo tanto debemos de tener como 40 grados de sensación – con un tono un tanto sarcástico.

El viejo ni se mosqueo, llevaba una gabardina color marrón oscuro, una camisa que una vez fue blanca y unos pantalones de vestir grises feos, su cara arrugada y con unos pocos pelos en la barbilla lo definían como lo que era, un viejo caraculo; yo estaba sudando y me sentía mareado, así que de una manera tranquila abrí la ventana nuevamente; el viejo me soltó una mirada de odio que si hubiese sido un golpe me habría derribado de una; se acomodo en sí y cerro la ventana con fuerza, apoyando su mano en el arrastre; mire al viejo con asco, medí la ventana y apoyé mi puño sobre ella, al instante estire mi puño hacia atrás y sin medir mi fuerza, pero con mucha ira le di un golpe; mi puño atravesó la ventana y la misma se partió en mil pedazos, jamás pensé que podría a llegar a romperla.

Así que, ahí estaba yo, parado del lado derecho, junto a los asientos del final del autobús, mi mano derecha estaba lastimada y llena de sangre, todo a mi alrededor estaba cubierto de cristales; el suelo, el regazo del viejo junto a mí y parte del asiento de adelante; tanto el viejo como el resto de la gente en el colectivo, me miraban sorprendidos y espantados; el chofer detuvo el colectivo preguntando que había sucedido; yo me di vuelta y me acerque a la puerta, nadie me detuvo, es más, se alejaban de mi, nadie decía nada, me acerque, tire de la palanca que libra el compresor de la puerta y ella se abrió, baje las escaleras apresuradamente, el colectivero empezó a gritar, la gente comenzó a murmurar, pero todos seguían inmóviles.

Ya estaba fuera, al fin podía respirar, camine unos pasos sin me para que pasaba a mis espaldas, me fui detrás del colectivo y estire la mano para parar un taxi que estaba a unos metros, frenó y me subí en el.

- Buenos días. Hacia los tribunales de la Av. Inmigrantes que están detrás de Retiro.

- Ok; buen día.

El chofer era un tipo de unos 45 o 50 años, tenía el rostro cansado por el horario, pero no estaba avejentado, iba vestido con ese especie de vestimenta oficial, de esos que les hacen poner ahora, camisa celeste y pantalones de vestir negros, quizás lo usaba por que sea del sindicato; eran las 7:25 y esto haría que llegue más rápido a los tribunales. Me acomode en el asiento y le pregunte:

- ¿Le molesta si abro la ventana?

- No, por favor – me dijo sin problema – Aparte, afuera está muy pesado, yo no sé porque la gente se abriga tanto, después el día se hace insoportable con tanta ropa.

- Eso mismo digo, pero en fin, muy pocos nos damos cuenta.

- ¿Te paso algo en la mano? – me pregunta un tanto sorprendido.

Observo mi mano, todavía tiene algo de sangre, la limpio un poco con un pañuelo que llevaba en el bolsillo izquierdo del jean, por suerte no quedaron pedazos de vidrio; no son heridas profundas, tan solo unos rasguños.

- Tropecé con una ventana que no quería abrirse.

- Jajajajaja; qué bueno que la mía halla abierto.

- Jajajajaja; la verdad que sí.

Continuamos el viaje sin molestias y tan solo cruzábamos alguna que otra conversación ligera, el clima, el gobierno, los empleos y esas cosas; el cielo estaba nublado, la pesadez no disminuía, pero se había levantado una ligera brisa, la cual me daba en la cara y hacia que no me sienta mareado, ni con calor. Iba a ser un día largo y a pesar de todo lo sucedido, recién había comenzado.



sábado, 6 de marzo de 2010

UNOS OJOS NEGROS


Una cafia plus, un sorbo de agua; una baya plus, otro sorbo de agua; la cafia es para no parecer dormido el resto del día, la baya es para el dolor de cuello que me esta matando, pues el mosh del recital de Obituary me dejo el cuello duro. Sorbo un poco más de agua, agarro la mochila y abro la puerta del departamento para salir, antes de irme, volteo y lo observo. El suelo está sucio, le hace falta una buena barrida y por las marcas en el mismo, también necesita de una buena trapeada, la mesa tiene manchas de diferentes colores y en ella hay unas cuantas botellas semivacías, un cenicero con unas pocas colillas de cigarrillos y envoltorios de snacks mal arrugados y vacios, la cama del comedor esta sin hacer y en las sillas hay mucha ropa que eh ido acumulando en el y transcurso de los días, al igual que en el horrible sillón que está al lado de la mesa; así se ve un departamento de soltero un domingo por lo mañana después de una buena juntada con amigos y una asquerosa borrachera, pero lo curioso es que es viernes y la única persona que ha estado en el mismo los últimos días, fui yo.

A pesar de ser alquilado y de haberme aburrido de él, es un buen departamento, he vivido los últimos 5 años en él y hemos tenido un buen trato; ambos soportamos cucarachas, hormigas, arañas, los arranques de Merlina y los pedos de Robert. La persiana del comedor está rota, el calefón se cae a pedazos y su mal funcionamiento hace que no ande la regadera de la bañadera, el cagadero tiene el botón de la cadena roto y se tira de la bolla directamente, para que este no pierda se lo sujeta con un palo que una vez fue un cepillo, el caño de la pileta de la cocina pierde y nunca llame a nadie para le dé una soldada y por ultimo tenemos las paredes que necesitan una buena lijada y dos manos de pintura; en fin, lo detesto, hay que arreglarlo, pero es un buen departamento.

Cierro la puerta, dos vueltas de llave, me dirijo al ascensor, bajo desde el sexto piso a planta baja; salgo a la calle, observo el sol sobre las paredes de enfrente, una ligera brisa matinal barre la calle, es un bello día, lástima que al mediodía la brisa desaparecerá y el calor será tan hartador que hará que me suden los huesos. Camino unos pocos pasos hacia la esquina y doblo por Bahía Blanca hasta avenida Rivadavia, es solo una cuadra, cruzo la avenida, pues en la vereda del frente tomo el colectivo que me deja a cuadra y media de la oficina en el trabajo, hay unas pocas persona en la parada, me reservo del sol, disfruto de la brisa que me acaricia la cara y el cuello; llega el colectivo, me subo, saco el boleto y observo la situación, todos los asientos ocupados y no más de cinco personas de pie, que bueno, por lo menos no viajare apretado y no me cagare de calor.

Lo mismo de siempre, viejas que miran con mala cara, rostros de hombres cansados, mujeres que no mienten ni una sonrisa y por ultimo yo, escuchando música desde el celular y aparcado al lado de un asiento, esperando que esa persona se baje, así puedo sentarme; lo mas razonable es ponerse atrás del todo, justo del lado derecho, junto a al asiento de la ventanilla y a los cinco asientos que están atrás del todo, de esa manera hay más probabilidades de conseguir un asiento.

En eso observo a una muchacha jovencita, de unos 20 o 21 años, esta parada cerca mío, lleva una especie de buzo de verano negro, con unos jeans gastados y una mochila tipo morral negra, es flaca, de piel blanca y pelo oscuro, tiene un rostro angelical, unos ojos negros que me muestran que ha sufrido mucho, pero todavía cree tiene esperanza, observo su nuca, ya que lleva el pelo recogido, pero lo tiro al costado de sus hombros, tiene una nuca hermosa, bien blanca y formada; siempre veo la nuca de las mujeres, para que una mujer me termine de gustar de enserio, tiene que tener una nuca que me llame la atención y que sea bella; ella no mira a nadie, solo espera. En eso se desocupa un asiento, uno de los del fondo, justo el que está al lado de la puerta de salida, pero no del lado de la ventanilla, me saco la mochila, me siento y pongo la misma a mis pies; la muchacha se pone en junto a los dos asientos que están al lado de la puerta, tengo un mejor panorama de ella, con una mano se sostiene del asiento y con la otra de la baranda junto a la salida; es en ese momento que veo algo que me llama la atención y que hace mi atracción a ella sea más fuerte; tiene cuatro cicatrices en sus muñecas, dos en cada una, son cicatrices de lado y no de largo, gruesas, blancas y profundas, no son producto de un cuchillo tramontina o de un vidrio afilado, fueron hechas con un bisturí o de un objeto cortante muy fuerte, son marcas de algo que fue hecho muy profundo y con intención, me generan morbo, me dan ganas de abrazarla, de besarla y luego preguntarle ¿Por qué? ¿Qué la llevo a llegar a una decisión tan drástica? Eso no fue una simple llamada de intención, eso fue sin pensar y con ganas de terminar su vida, eso fue hecho con dolor y con la idea de acabar con ese dolor. Finalmente los dos asientos junto a los que ella estaba parada se vacían y ella se sienta en uno de ellos, sin pensarlo y en parte porque en los asientos en los que estoy generan mucho calor por la gente y por el calor del motor que está debajo de ellos, voy y me siento junto a ella. Ella mira hacia fuera, pero siento que un momento se voltea para mirarme, yo no hago nada, pero luego me volteo y observo su rostro, es tal cual lo observaba mas de lejos, angelical y con su bellos ojos negros atrapantes; de manera disimulada sigo observando sus cicatrices y me sigo preguntando lo mismo; me dan ganas de preguntarle su nombre, pero por mi cobardía no me sale, en eso armo de la valentía para preguntárselo y me dice “Permiso”, le digo “Por favor, adelante”, me corro, para por delante mío y se dirige a la puerta, que ahora está a mis espaldas, me siento en el asiento junto a la ventana, me doy vuelta y la observo una vez más, ella también me mira y se queda así unos cinco segundos, luego se baja y yo jamás le pregunte el nombre; la veo irse caminando por la ventana con la vaga idea de algún día volver a cruzarla, pero sé que no será así, eso sucede en las novelas de la tarde y en las películas de amor pelotudas. Es así que la veo irse caminando por la calle Rosario, al frente del Parque Rivadavia.

El viaje continua, pero el sueño bondilero me abarca y me duermo, me despierto en Yrigoyen y Rojas, a una cuadra de Plaza Once y a media del departamento donde vive Gala; llegando a Av. Jujuy, justo en la esquina de esta ultima e Yrigoyen, veo a una chica sentada, agarrándose el estomago con los brazos y con los ojos llorosos; espero no la hayan asaltado y nada por el estilo, pero sale un hombre una mujer de un kiosco y le dan una botella de agua, parece que vomito o algo por estilo; sigo la marcha y pienso en los consejos que me dio Roma con respecto a mi atracción por Boobs.

Finalmente llego a mi parada de destino; bajo a la calle, como siempre observo al cielo, el día está despejado, la brisa ya no se siente y el calor ya empieza a sentirse; por suerte es viernes y a pesar de todo es una bella mañana, por gracia para mí no lo será.